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La crisis económica debido al coronavirus sería una caída libre

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El impacto a la economía por el COVID-19 ha sido más rápido y severo que la crisis financiera global del 2008 e incluso la gran depresión. En esos previos sucesos, el mercado de la bolsa colapsó el 50% o más, se congelaron los créditos, hubo quiebras masivas, subieron las tasas de desempleo. Pero todo esto se desarrolló en 3 años. En la actual crisis, la macroeconomía y finanzas se ha materializado en 3 semanas.


A principios de este mes, el mercado de valores de Estados Unidos cayó en 15 días; una caída del 20%, la disminución más rápida de la historia. En otras palabras, cada componente de demanda, consumo, capital de compra, exportaciones, tiene una caída sin precedentes. Con la producción cayendo bruscamente durante un cuarto y luego recuperándose rápidamente el siguiente, debería ser claro que la crisis del nuevo coronavirus es algo totalmente diferente. El gráfico de la contracción que sucede ahora pareciera no tener forma de V ni de U ni de una L; que es una fuerte caída seguida de un estancamiento. Más bien parece una I; una caída en línea vertical que representa los mercados financieros y la economía real cayendo en picada.

Ni durante la Gran Depresión o la segunda guerra mundial la actividad económica literalmente cesó, como ha pasado en China, Estados Unidos y Europa. El mejor de los casos sería una desaceleración severa en términos de producción global acumulativa reducida pero de vida más corta, permitiendo un retorno al crecimiento positivo para el cuatro trimestre de este año, en donde los mercados comenzarían a recuperarse.

El mejor escenario supone varias condiciones. Las economías de los países afectados tendrían que implementar medidas de prueba, rastreo y tratamiento del COVID-19, cuarentenas forzadas y un bloqueo a gran escala como la implementada por China. Considerando que podría tomar 18 meses para que una vacuna de desarrolle y se produzca a escala, los antivirales y otras terapias deberán implementarse masivamente.

Los responsables de la política monetaria, que ya han hecho en menos de un mes lo que les llevó 3 años después de la crisis financiera global del 2008, deben tomar medidas menos convencionales. Esto significa tasas de interés cero o negativas; orientación avanzada, flexibilización cuantitativa; y flexibilización crediticia (la compra de activos privados) a bancos de respaldo, no bancarios, fondos del mercado monetario e incluso grandes corporaciones (papel comercial y facilidades de bonos corporativos).

Los gobiernos deben desplegar un estímulo fiscal masivo, desembolsos directos en efectivo a los hogares. Dado el tamaño del shock económico, los déficits fiscales en las economías avanzadas deberán aumentar del 2-3% del PIB a alrededor del 10% o más. Solo los gobiernos centrales tienen balances lo suficientemente grandes y fuertes como para evitar el colapso del sector privado.

Pero estas intervenciones financiadas con déficit deben ser totalmente monetizadas. Si se financian a través de la deuda pública estándar, las tasas de interés aumentarían bruscamente y la recuperación quedaría ahogada desde su origen. Las intervenciones propuestas durante mucho tiempo por los izquierdistas de la escuela de teoría monetaria moderna, se han convertido en la corriente principal.

A menos que se detenga la pandemia, las economías y los mercados de todo el mundo continuarán su caída libre. Pero incluso si la pandemia está más o menos contenida, es posible que el crecimiento general no regrese para fines de 2020. Después de todo, es muy probable que otra temporada de virus comience con nuevas mutaciones; las intervenciones terapéuticas con las que muchos cuentan pueden resultar menos efectivas de lo esperado. Entonces, las economías se contraerían nuevamente y los mercados se colapsarían nuevamente. Además, la respuesta fiscal podría llegar a un muro si la monetización de los déficits masivos comienza a producir una alta inflación, especialmente si una serie de perturbaciones negativas de la oferta relacionadas con el virus reducen el crecimiento potencial. Y muchos países simplemente no pueden emprender tales préstamos en su propia moneda. ¿Quién rescatará a gobiernos, corporaciones, bancos y hogares en los mercados emergentes?

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