La felicidad se puede aprender desde la cuna
Los primeros lazos que un bebé establece con su madre son la base de su capacidad de felicidad.
Es sobre esta base tranquilizadora, "porte psíquico", que los niños pequeños desarrollan su autoconciencia y que pueden crecer seguros, serenos y felices.
Haz feliz a tu bebé desde el nacimiento
Para sentirse bien, cuando nace un bebé, quienes lo cuidan necesitan poder reflejar lo que está experimentando. Es esencial que lo escuchemos con empatía, comprendamos su punto de vista sin sentirnos abrumados por su angustia y lo ayudemos a entender por lo que está pasando.
Ayudar a su hijo a abrirse al mundo
Con este apoyo, aprende a reconocer sus emociones, a tener ideas más claras, a adaptarse a su entorno social, a abrirse al mundo. Gradualmente, a lo largo de los meses, el niño adquiere la capacidad de controlar sus sentimientos en lugar de sentirse abrumado, tolerar la frustración y controlar sus impulsos.
En más de veinte años de consultas pediátricas en Boston, la pediatra Claudia M. Gold ha entendido que los problemas de conducta cotidianos (cólico, sueño alterado, trastornos alimenticios, enojo repetido, ansiedad, llanto) son en realidad síntomas de alteraciones en el cuerpo. Las relaciones que el bebé establece con sus padres. El niño no puede regular la expresión de sus emociones, ni su madre, hay una pelea entre ellos, están enojados, tristes.
Emociones intensas y desbordantes
Para evitar este tipo de problema, no es suficiente enseñar a los padres cómo estar con sus hijos. No tiene sentido decir qué hacer si no entienden sus motivos subyacentes.
¿Qué apoyo especial necesita el bebé para prosperar? Lo que Claudia Gold llama de manera original el "porteamiento psíquico". Llevar a un niño psíquicamente es tratar de comprender su comportamiento y satisfacer sus necesidades en un clima de benevolencia empática, al tiempo que le proporciona un marco capaz de contener y calmar sus emociones intensas y a veces desbordantes.
En los bebés, el cerebro izquierdo, el del lenguaje y la racionalidad, aún no se ha apoderado del cerebro derecho, el de las emociones y los afectos. Dominado en gran medida por su cerebro derecho, un bebé busca comprender el mundo y se convierte en un ávido lector, un verdadero experto en las emociones que busca en su entorno.
Las emociones impregnan a un niño tan profundamente como la esponja absorbe agua, son su alimento principal, y quienes las aman deben considerar sus necesidades emocionales incluso antes de sus necesidades convencionales, especialmente las necesidades dietéticas. Gran parte de este reconocimiento esencial proviene de la mirada amorosa de su madre y le permite al bebé sentir que existe, que es real.
Empatía materna inmediata
Fue el psicoanalista inglés, John Bowlby, quien primero habló del apego para describir cómo un niño abraza a su madre en momentos de estrés y miedo. Esta relación de apego esencial y segura comienza y crece cuando el padre está completamente disponible emocionalmente. El niño se siente libre de explorar el mundo, seguro de que cuando haya miedo o peligro, el cuidador tendrá la respuesta adecuada.
Si nadie está realmente disponible para él, si su madre sólo lo es de manera intermitente o si está emocionalmente desapegada, deprimida, por ejemplo, el niño mostrará un apego inseguro.
El segundo componente de un "porteamiento psíquico" tranquilizador es la empatía inmediata que una madre siente por su hijo, el hecho de sentir mental y físicamente lo que él siente, su capacidad de considerar la experiencia desde su punto de vista; ponerse en su lugar. Una madre normalmente sensible se sintoniza rápidamente con los ritmos naturales de su bebé, observándolo, descubre lo que le conviene y se adapta en consecuencia. En resumen, ella sabe cómo acoger sus emociones.
El tercer componente es la forma en que podrá regular las emociones difíciles de su pequeño. Ella debe ser capaz de aceptar sus sentimientos estableciendo límites a su desbordamiento, ayudándole a calmarse, conteniendo su ira y frustración.
El cuarto componente del porte psíquico se basa en la capacidad de la madre para regular sus propios sentimientos, sus arrebatos. Ella nunca debe sentirse abrumada por su angustia, incluso en momentos de gran estrés, permanecer atenta y receptiva a su bebé.