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¿Por qué eres desordenado?

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Todo anda por ahí, no puedes ordenar, tanto que tu casa se convierte rápidamente en un desastre. ¿Por qué tanto desorden?


Una oficina llena de papeleo, armarios donde se amontona la ropa sucia. Échale la culpa a un ritmo de vida frenético donde siempre falta tiempo para ordenar. Esta excusa es la que invoca mucho desorden. Sí, pero no se trata solo de eso.

Trastorno, cierta forma de afirmarse

El trastorno también puede reflejar una profunda incapacidad para poner orden en la vida. O una negativa más bien egocéntrica a hacerse cargo: el desordenado siempre más o menos espera que otros pasen detrás de él, como hacían sus padres.

Cuidado, algunos de estos líos son sólo aparentes: todos conocen estos "desórdenes" que saben exactamente dónde están sus cosas, en qué montón de papeleo pueden extraer el último memo. Que empiecen a ordenar, y no encontrarán nada más. El desorden amable que rodea a esta gente desordenada tiene algo de creativo y en cierto modo quiere decirle a los demás: "¡Hago las cosas a mi manera!"

Estoy desordenado ¿porque no quiero que me ordenen? No es casualidad que las personas desordenadas hayan sido muchas veces desordenadas desde la adolescencia: la época de las rebeliones, del rechazo a las instrucciones y sobre todo del ensayo y error para encontrar - e imponer - una forma de ser bueno para uno mismo, que no sea dictada por los padres o sociedad.

El trastorno como una salida

¿Significa esto que los trastornados no han superado esta etapa de su adolescencia? ¿Que su desorden da testimonio de un remanente de revuelta? ¿O, por el contrario, ese desorden se ha colado en sus vidas por un exceso de control social primero desde el exterior, luego interiorizado hasta el punto de asfixiarlos? El desorden sería entonces una especie de escape, una válvula de seguridad.

Finalmente, seamos honestos, a veces el desorden es sólo la manifestación aparente de otro rasgo: la pereza.

Cuando el desorden se convierte en un problema

La primera víctima del desorden suele ser el propio desordenado: transportes perdidos por billetes perdidos, agendas incumplidas que llevan a dificultades en el trabajo. El desordenado sabe que su modo de operar lo pone en peligro, todos sus intentos de organización fracasan. En este caso, el trastorno atestigua más bien una dificultad para superar las ansiedades, y no es inútil preguntarse, si es posible con la ayuda de un profesional, sobre este trastorno que es sólo un pretexto para provocar el fracaso.

No te impongas a expensas de los demás

El desorden en la casa, cuando vives con tu familia o en pareja, con el pretexto de hacer valer tu libertad, acaba invadiendo la de otros que se ven invadidos por los objetos del desorden. Cuando el desorden se convierte en una forma de afirmarse frente a los demás, o de reducir su espacio vital, el desorden dice mucho sobre problemas latentes y más profundos. Y el desorden corre el riesgo de ser expulsado por una simple reacción defensiva de quienes lo rodean.

¿Y si el orden también es un problema?

Por el contrario, los maníacos del orden se encuentran más bien en un proceso obsesivo que no se puede considerar positivo.

En términos de personalidad, esto puede delatar una tendencia psicorrígida y una incapacidad para cuestionarse a uno mismo.

En términos patológicos, la búsqueda del dominio traicionada por la "manía" refleja un estado de ansiedad que se intenta controlar actuando sobre los objetos. Pero puede adquirir proporciones exageradas y reflejar una ansiedad enfermiza que puede conducir a una fobia social o un trastorno obsesivo-compulsivo.

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