Usar mascarilla y distancia social puede evitar una segunda ola de Covid-19
Los modelos desarrollados por investigadores de ISGlobal muestran que en este contexto aún actual de la epidemia de COVID-19, la desconfinación debe ser muy gradual y que el comportamiento individual es un factor clave para limitar la transmisión del virus y, por lo tanto, ocurrencia de una segunda ola. Los científicos creen que los gestos introducidos durante el confinamiento, como el distanciamiento social y el uso de mascarilla, deberían continuar.
En el momento de la desconfinación y en ausencia de tratamiento, siempre es necesario respetar los gestos de barrera y la distancia física, así como usar una mascarilla cuando no se puede respetar la distancia.
Un estudio realizado por investigadores del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) muestra que mantener estas intervenciones implementadas puede ayudar a prevenir una segunda ola de infecciones y la necesidad de un mayor encierro. De hecho, varios países que inicialmente impusieron una contención estricta para limitar la propagación del SARS-CoV-2 están en proceso de levantar sus medidas. Pero surge la pregunta: ¿cómo y cuándo aliviar estas restricciones sin riesgo? Una decisión difícil dado el delicado equilibrio entre la necesidad de revivir la economía y el riesgo de una segunda ola de infecciones que abrumarían los sistemas de salud.
Medidas estrictas mientras persistan las preguntas
"El problema es que evaluar este riesgo es difícil, dada la falta de información confiable sobre el número real de personas infectadas o el grado de inmunidad desarrollado en la población", explica Xavier Rodó, quien participó en el estudio. Este último consistió en hacer proyecciones sobre cómo podría evitarse una segunda ola sobre la base de un modelo que divide a la población en siete grupos: sensibles, en cuarentena, expuestos, infecciosos no detectados, infecciosos y confinados, curados o muerto. Los investigadores aplicaron su modelo a países afectados de manera diferente por el coronavirus, incluidos España, Nueva Zelanda, Japón, Estados Unidos y Argentina.
Los resultados, publicados en Nature Human Behavior, muestran que en países que aún no han alcanzado la cima de los casos, el cierre de los establecimientos públicos debe permanecer en su lugar durante al menos 60 días y que la desconfiguración debe ser muy gradual para para reducir el riesgo de segunda ola. "Nuestro modelo es diferente porque considera el retorno de las personas confinadas a la población sensible para estimar el efecto de la desconfinación, e incluye el comportamiento de las personas y la percepción del riesgo como factores moduladores", agrega el profesor Xavier Rodó. "Puede ser muy útil para países donde aún no se ha alcanzado el pico de casos, como los del hemisferio sur."
Reduzca la velocidad de transmisión en un 30% para evitar una segunda ola
El estudio también señala que un levantamiento muy gradual de la contención también conducirá a una reducción en el número de infecciones y muertes, en lugar de "liberar" repentinamente a una gran parte de la población. Por ejemplo, no todos los trabajadores deberían volver a trabajar al mismo tiempo, y aquellos que son más vulnerables al virus deberían continuar trabajando desde casa. Sobre todo, los investigadores enfatizan que el comportamiento individual sigue siendo esencial para reducir o prevenir una segunda ola. De hecho, métodos como el distanciamiento social, la higiene de las manos y el uso de mascarilla podrían eliminar la necesidad de un mayor confinamiento.
Por lo tanto, los resultados muestran que incluso en países que no tienen los recursos para probar y rastrear todos los "casos de contacto", el cumplimiento de todas estas instrucciones que los investigadores llaman "empoderamiento social" sería la clave para detener la transmisión viral . "Si podemos reducir la tasa de transmisión en un 30% como resultado, podemos reducir significativamente el tamaño de la próxima ola". Una reducción del 50% en la velocidad de transmisión podría evitar esto por completo", dice el profesor Xavier Rodó. Sin embargo, el investigador especifica que su análisis no tuvo en cuenta un posible efecto de las temperaturas en la transmisión del virus, una cuestión que sigue sin respuesta.