26-04-2020 por Mirai
El estrés es causa de preocupación para los profesionales de la salud. Se ha asociado con la ansiedad, depresión ante la coexistencia de innumerables muertes, largos turnos de trabajo con las más diversas incógnitas y demandas en el tratamiento con pacientes con COVID-19. Sin duda, los trabajadores de la salud están sometidos a importante agotamiento psíquico.
El hecho de que COVID-19 es transmisible de humano a humano y está asociado con una alta morbilidad y potencialmente fatalidad puede intensificar la percepción de peligro personal. Además, la escasez previsible de suministros y un flujo creciente de casos sospechosos y reales de COVID-19 contribuyen a las presiones y preocupaciones de los profesionales de la salud.
Las nuevas cifras muestran un "enorme" nivel de contagio entre el personal médico. Los médicos de la unidad de cuidados intensivos están en su límite de estrés, especialmente cuando se trata con pacientes mayores y con perspectivas de muerte. Los médicos, no un pariente, son inevitablemente las últimas personas que verá un paciente moribundo de COVID-19.
El nuevo brote de coronavirus continúa evolucionando, con más casos y cuarentenas. Cuanto más se acerca a sus hogares, más personas se preocupan. ¿Pero qué pasa con las personas en el frente? Las enfermeras, los médicos, los trabajadores de la salud y otros profesionales médicos que realizan pruebas y tratan a pacientes con COVID-19 corren un mayor riesgo de contraerlo que el público en general. Como si la exposición al COVID-19 durante la pandemia mundial no fuera suficiente, los trabajadores de la salud enfrentan otro riesgo: agotamiento debido al sobreesfuerzo en un sistema de salud cada vez más agobiado. La combinación de estrés y posible exposición pone a los profesionales de la salud, desde médicos y enfermeras hasta especialistas, en un mayor riesgo de contraer COVID-19 y potencialmente transmitirlo a otros (Health Care Finance, 2020).
Dada esta situación crítica, los profesionales de la salud directamente involucrados en el diagnóstico, tratamiento y atención de pacientes con COVID-19 desarrollan la inserción de espacios psíquicos para la instalación de dolor y sufrimiento psicológico y otros síntomas de salud mental. El creciente número de casos confirmados y sospechosos, la carga de trabajo abrumadora, el agotamiento del equipo de protección personal, la amplia cobertura de los medios, la falta de medicamentos específicos y los sentimientos de apoyo inadecuados pueden contribuir a la carga mental de estos profesionales de la salud (Consejo de Estado de China, 2020, Lai et al., 2020, Lee et al., 2007).
El nuevo coronavirus genera mucha incertidumbre, y esto ha resultado con profesionales de la salud que sufren o han sufrido ansiedad y trastorno obsesivo compulsivo (TOC) en el tratamiento de pacientes en hospitales. Los ataques de pánico también han sido una respuesta a la carga de estrés vinculada a las demandas de brotes de coronavirus.
A pesar de los problemas y trastornos comunes de salud mental que se encuentran entre los profesionales de la salud en dichos entornos, la mayoría de los que trabajan en unidades de aislamiento y hospitales no están capacitados para brindar atención de salud mental. La evidencia destaca algunos cuidados de salud mental oportunos que deben desarrollarse con urgencia, tales como: uso de medicamentos psicotrópicos, recetados por psiquiatras para comorbilidades psiquiátricas graves; tratamientos psiquiátricos especializados y servicios e instalaciones de salud mental apropiados para pacientes con trastornos mentales comórbidos; planes de tratamiento psíquico, actualizaciones periódicas para abordar su sensación de incertidumbre y miedo; asesoramiento psicológico utilizando dispositivos y técnicas de psicoterapia.
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